Cuando empieza a caer
la noche del día 7 de diciembre, la ciudad se ilumina en cada esquina, local,
boulevard y casas.
Las velitas que año
con año se prenden son con motivo de las festividad del “Día del Niño Perdido”,
de acuerdo con la Religión Católica, la celebración es una conmemoración al
pasaje bíblico cuando el Niño Jesús se extravía en Jerusalén y sus padres lo
encuentran tres días después en el Templo de Salomón, donde estaba platicando
con los sabios.
La tradición nace con
la idea de iluminar el camino de Jesús a su casa.
En la ciudad durante
la tarde-noche en escuelas, negocios y casas se juntan familias y amigos con
velitas en mano para encenderlas y formar un camino aunado a otros que ya hayan
sido colocados y así formar una vía de luces que ayuden al Niño Jesús a llegar
casa.
Esta tradición que
muy probablemente nació en Tuxpan Veracruz, puede rastrearse hasta el siglo
XVIII, como parte de las tareas de evangelización que llevó a cabo el fraile
Junípero de Serra, basándose en el pasaje mencionado por San Lucas (II:39-52).
El día del Niño
perdido es generalmente celebrado en el norte del estado de Veracruz,
principalmente en los municipios de Tuxpan, Cerro Azul y Poza Rica e incluso ha
llegado en algunas zonas de la capital del país, donde se celebra en uno de los
barrios más céntricos, gracias a los habitantes con origen en alguno de los
municipios del norte de Veracruz y que no han querido olvidar la tradición.
En Xalapa, el
iluminado de las calles se hace en el barrio del Dique, desde la calle
Venustiano Carranza hasta el Parque Juárez, en el centro de la ciudad, por lo
que se reconoce el ánimo de preservar la tradición, sin importar el lugar donde
se encuentre el veracruzano.
Al caer la noche la
ciudad empieza rápidamente a engalanarse; existe animación, expectación; la
motivación crece y crece; las familias salen a las banquetas de sus casas a
colocar velas, también sobre bardas, azoteas, escaleras, cerros y a lo largo de
las avenidas en donde harán su recorrido los niños y familias.
A las 19:00 hrs.,
inicia el encendido de velas que en esa
noche derramaran su luz en excitante movimiento, como símbolos que iluminan el
sendero. Una fuerte emoción despierta al propio como al visitante ese paisaje
de singular belleza, ese maravilloso espectáculo nocturno. Y es que no hay casa
que no esté iluminada, lo mismo son los balcones centrales de los hoteles, que
el frente de los negocios.
Aunque es de origen
religioso, en esta singular tradición se unen tanto niños como adultos quienes
disfrutan de pasar un rato juntos en el encendido de las velas.
NOTA: Esta es una tradición que nació de la evangelización de
la conquista española en México y que poco a poco se convirtió en una
tradición.
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