lunes, 10 de octubre de 2016

Mural Homenaje a la Cultura Totonaca

Se inicia con la cultura del Dios del Trueno del Tajín, que representa una figura humana descarnada, de cuyas orejas sale el símbolo del rayo, quizás por eso se identifica como el Dios del Trueno, que anuncia la presencia de las aguas de lluvia.


En el rabo de la serpiente, se encuentra la manifestación del concepto de sedentarización de los pueblos, cuando han resuelto el problema de la alimentación y descubren la agricultura. El maíz es el único cereal que hizo posible esta actividad y he aquí, sintetizado en una bella expresión; dentro de una mazorca, un útero y en él, un nuevo ser que integrara el tríptico: “Hombre-alimento-cultura”.
En seguida vemos la representación del origen del pueblo mexicano, como el elemento étnico determinante en la vida política, económica y social de los Totonacas, se representa con las siete cuevas del mítico Aztlln (Chicomoztoc), el punto de partida de las tribus antiguas en la búsqueda de un lugar donde establecerse.

A continuación, la representación de Quetzalcóatl como Dios del Viento, “Ehécatl” con una máscara alargada a manera de pico de ave, orejeras en forma de gancho, se le consideró como Dios de la Agricultura y la Fecundidad, ya que el viento trae las nubes y el agua, unidas a la fuerza creativa del hombre a través de las manos.

Aquí, el maestro Cano, logra la realización del juego de pelota practicado en el Tajín. Deporte ritual de gran contenido religioso esotérico. En este centro ceremonial existen varios de ellos, pero en especial, en el tablero “Uno” del juego de pelota Sur, se puede constatar el sacrificio de uno de los jugadores, que usualmente era el que ganaba el juego, ya que consideraban un honor ser sacrificados a sus dioses.
Continuando con el orden, observamos el gran momento de la transformación de la piedra bruta a la piedra esculpida, elaborada por los excelsos artistas del Tajín, magníficos escultores y superiores arquitectos. Aquí se ve la figura del artista totonaco enmarcada por un cinturón en forma de herradura (yugo).

Enseguida, con su silueta se perfila un danzante Guagua, corresponde a una danza precortesiana, conocida también con el nombre de Quetzalines, derivado del Dios del Trueno, es una de las danzas de más bello colorido que se practican en la zona de Papantla. Su coreografía es bellísima, ejecutan variados sones a ritmo del tambor y flauta de carrizo, cuando giran en una cruz de cuatro aspas, sincronizan: música, movimiento y colorido, una concepción representativa del sol.

En la parte media, presidiendo la grandiosidad de este mural, se ha repetido idealmente la belleza extraordinaria de una de las joyas arquitectónicas más notables de la antigüedad mexicana:
“LA GRAN PIRÁMIDE DE LOS NICHOS DEL TAJIN”.

Descubierta en el año de 1785 por el cabo de ronda ingeniero Diego Ruiz. Se compone de seis cuerpos, el séptimo corresponde al basamento del santuario, tiene 365 nichos que coinciden con los días del año solar.

La enmarcan por los lados, dos columnas de contención, en la primera de la izquierda, el artista quiso legar para deleite de los visitantes la sublime expresión de una carita sonriente, que el maestro Melgarejo Vivanco retrata así: “Aquí el totonaco borra todo lo que puede ser egoísmo y deja que su obra sola, triunfe ante los hombres y el tiempo”.

En la segunda, en armoniosa conjugación de plasticidad, deja la concepción de la indígena actual, con la sonrisa que ella vierte como “suprema y candorosa virtuosidad de mujer”.
Dos papanes se localizan en la parte superior y en ambos lados de la pirámide, símbolos eternos de esta tierra generosa a la que dan su nombre.

A la izquierda de ella y en la parte baja, el sol totonaca generador de la vida que en esta amplia zona veracruzana se manifiesta en multiplicidad de factores de izquierda.

A la derecha, los tres corazones que nos hablan de las tres federaciones totonacas: Tuzapan, Paxil y Cempoala. Más tarde abandonaron Tuzapan, capital de la federación totonaca del sur y la pasaron al Tajín. El significado etimológico de Totonaca deriva de “Tútu” significa tres y Nacú significa corazón, “Tres corazones”.
Opuesto simétricamente al Guagua y en actitud de volar se encuentra el incomparable Volador, danza ritual, de gran espectacularidad y significación mística religiosa y de variado contenido ceremonial con una especial calidad de sones que ejecutan con gran maestría muy singular para cada ceremonia; cuando llevan a cabo el levantamiento, antes y después de volar. Esta danza se practica con regularidad en la ciudad y en algunas comunidades de Papantla.

Abajo del volador, importante grupo de danzantes; Santiagueros, Negritos, Moros y Españoles, que enriquecen el folklore de esta región, estas danzas surgieron después de la conquista como formas imitativas En el rabo de la serpiente, se encuentra la manifestación del concepto de sedentarización de los pueblos, cuando han resuelto el problema de la alimentación y descubren la agricultura. El maíz es el único cereal que hizo posible esta actividad y he aquí, sintetizado en una bella expresión; dentro de una mazorca, un útero y en él, un nuevo ser que integrara el tríptico: “Hombre-alimento-cultura”.

En seguida vemos la representación del origen del pueblo mexicano, como el elemento étnico determinante en la vida política, económica y social de los Totonacas, se representa con las siete cuevas del mítico Aztlln (Chicomoztoc), el punto de partida de las tribus antiguas en la búsqueda de un lugar donde establecerse.

A continuación, la representación de Quetzalcóatl como Dios del Viento, “Ehécatl” con una máscara alargada a manera de pico de ave, orejeras en forma de gancho, se le consideró como Dios de la Agricultura y la Fecundidad, ya que el viento trae las nubes y el agua, unidas a la fuerza creativa del hombre a través de las manos.

Aquí, el maestro Cano, logra la realización del juego de pelota practicado en el Tajín. Deporte ritual de gran contenido religioso esotérico. En este centro ceremonial existen varios de ellos, pero en especial, en el tablero “Uno” del juego de pelota Sur, se puede constatar el sacrificio de uno de los jugadores, que usualmente era el que ganaba el juego, ya que consideraban un honor ser sacrificados a sus dioses.

Continuando con el orden, observamos el gran momento de la transformación de la piedra bruta a la piedra esculpida, elaborada por los excelsos artistas del Tajín, magníficos escultores y superiores arquitectos. Aquí se ve la figura del artista totonaco enmarcada por un cinturón en forma de herradura (yugo).

Enseguida, con su silueta se perfila un danzante Guagua, corresponde a una danza precortesiana, conocida también con el nombre de Quetzalines, derivado del Dios del Trueno, es una de las danzas de más bello colorido que se practican en la zona de Papantla. Su coreografía es bellísima, ejecutan variados sones a ritmo del tambor y flauta de carrizo, cuando giran en una cruz de cuatro aspas, sincronizan: música, movimiento y colorido, una concepción representativa del sol.
de hechos realizados por los españoles y hablan de la especial concepción psicológica indígena.

Aquí se muestran dos aportes espirituales al altar cristiano y la ofrenda totonaca; el primero vierte su contenido religioso en la segunda y se funde a la conquista.
Con una fuerza que se manifiesta con gran acierto artístico, entre las manos generadoras del hombre se hace resaltar lo pródigo de la naturaleza en este bello rincón de Veracruz. Es la prueba más alta que liga la fé del hombre a su glorioso destino; su arte representado por su lira; su cultura, expresada en el simbolismo del libro abierto; su riqueza natural, manifestada en los campos petrolíferos, en la fertilidad de su campo, en especial su incomparable vainilla y en el gran potencial ganadero.

Y como última simbolización de aquel hombre leyenda, honrado y sombrío, sublimado moralista QUETZALCOATL. En su cabeza se realzan un cuerpo y cinco rostros que corresponden a dignos hijos, personajes en la historia de Papantla.

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