sábado, 17 de septiembre de 2016

Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor

 (Hacienda de Corralejo en Pénjamo, hoy en el estado de Guanajuato, 8 de mayo de 1753-Chihuahua, Chihuahua, 30 de julio de 1811) fue un sacerdote y revolucionario novohispano que destacó iniciando la primera etapa de la Guerra de Independencia de México con un acto conocido en la historiografía mexicana como Grito de Dolores. Dirigió militar y políticamente la primera parte del movimiento independentista, pero tras una serie de derrotas fue capturado el 21 de marzo de 1811 y llevado prisionero a la ciudad de Chihuahua, donde fue juzgado y fusilado el 30 de julio.


Miguel Hidalgo y Costilla nació en la Hacienda de San Diego de Corralejo, Pénjamo (Guanajuato), el 8 de mayo de 1753;3 fue el segundo de cuatro hijos del matrimonio formado por Cristóbal Hidalgo y Costilla, administrador de Corralejo, y Ana María Gallaga. Fue bautizado con el nombre de Miguel Gregorio Antonio Ignacio, en la capital de Cuitzeo de los Naranjos el 16 de mayo de 1753.

En junio de 1765 Miguel Hidalgo junto a su hermano José Joaquín partió a estudiar al Colegio de San Nicolás Obispo,4 ubicado en Valladolid, capital de la provincia de Michoacán. El colegio había sido fundado en 1547 por Antonio de Mendoza y Pacheco, primer virrey de Nueva España, quien entregó la universidad y el edificio donde se alojaba a los miembros de la Compañía de Jesús, que instituyeron cátedras de latín, derecho y estudios sacerdotales. Fue en esta casa donde los hermanos Hidalgo estudiaron hasta 1767.

El 25 de junio de 1767 los jesuitas fueron expulsados de los territorios del Imperio español por órdenes del rey de España Carlos III, y su ministro, el conde de Floridablanca. El colegio permaneció cerrado unos meses y en diciembre se reanudaron las clases.

En esta institución, Hidalgo estudió letras latinas, leyó a autores clásicos como Cicerón y Ovidio, y a otros como San Jerónimo y Virgilio. A los diecisiete años de edad ya era maestro en filosofía y teología, por lo que entre sus amigos y condiscípulos se ganó el apodo de El Zorro, por la astucia que mostraba en juegos intelectuales.

Aprendió el idioma francés y leyó a Molière, autor a quien años más tarde representaría en las jornadas teatrales que él mismo organizaba siendo párroco de Dolores. Gracias al contacto que tuvo con los trabajadores de su hacienda en su infancia, la mayoría de ellos indígenas, Hidalgo aprendió muchas de las lenguas indígenas habladas en Nueva España, principalmente otomí, náhuatl y purépecha, ya que la zona de Pénjamo era una de las regiones con mayor diversidad de grupos indígenas y de contacto entre el mundo nativo y el español. Todos estos conocimientos permitieron a Miguel Hidalgo impartir clases de latín y filosofía a la vez que seguía sus estudios.

Una vez que los culminó, trabajó en su alma mater desde 1782 a 1792, muchas veces como tesorero, otras como maestro y desde 1788 como rector.

El Grito de Dolores
En las primeras horas del 16 de septiembre, Allende llegó a la casa cural de Dolores, donde Hidalgo se hallaba pernoctando. Tras despertarlo y charlar, además de tomar chocolate caliente por el clima frío de ese tiempo, ambos decidieron lanzarse a la lucha armada antes de que los españoles destruyeran sus planes. Alrededor de las cinco de la mañana Hidalgo, usando la campana de la parroquia, convocó a la misa patronal del pueblo y dio el Grito de Dolores, con lo que empezó formalmente la lucha por la independencia de México.

Valladolid (hoy Morelia) y Toluca, en poder de los insurgentes
Valladolid, capital de Michoacán y una de las ciudades más influyentes del virreinato, fue el siguiente objetivo de Hidalgo y su tropa, quienes salieron de la ciudad de Guanajuato el 3 de octubre, y a los pocos días se dio parte en la capital de la intendencia michoacana. Todos los acaudalados, principalmente españoles, comenzaron a huir semanas antes de la toma de la ciudad, sobre todo por el conocimiento del pillaje que había realizado el ejército cuando tomaron Guanajuato. El 17 de octubre Hidalgo entró a la ciudad con su tropa y tomó parte del patrimonio del episcopado local. Para el 20 de octubre se unió a Ignacio López Rayón en Tlalpujahua, y más tarde, ese mismo día, habló con José María Morelos, en Charo. Este sacerdote, otrora exalumno suyo, pidió permiso para luchar, y a la postre se convertiría en el sucesor de Hidalgo al frente de la lucha. Toluca cayó en poder de los insurgentes el 25 de octubre y en la capital se rumoraba que un avance de los insurgentes era inevitable.

Separación de Hidalgo y de Allende
Hidalgo y Allende decidieron separarse para continuar con la lucha. El cura de Dolores marchó a Valladolid, donde se cometieron masacres de españoles y saqueos contra las propiedades de los peninsulares, situación que se repitió en Guadalajara, a donde Hidalgo llegó el 22 de noviembre. La capital de la intendencia de Jalisco cayó en manos del jefe insurgente José Antonio Torres, el mismo día de la derrota en Aculco, es decir, el 7 de noviembre. Allende, mientras tanto, se fortificó en la Alhóndiga de Granaditas, donde aún estaban algunos prisioneros españoles. Cuando se supo de la proximidad de Calleja y el intendente de Puebla, Manuel Flon, Allende ordenó la ejecución de los reos. El 26 de noviembre, Calleja y Flon atacaron Guanajuato, recuperando así la ciudad minera. Allende, Aldama y Jiménez se unieron a Hidalgo en Guadalajara el 8 de diciembre.


Captura de Hidalgo

Hidalgo y Allende, los dos principales jefes de la insurrección armada, acrecentaron sus diferencias a raíz de la derrota en el Puente de Calderón. Incluso, Allende confesó haber estructurado un plan para envenenar[cita requerida] al «bribón del cura», como llamaba a Hidalgo.13 Tras acordarlo con Aldama, Abasolo y Rayón, se acordó despojar a Hidalgo del mando militar en la Hacienda de Pabellón, Aguascalientes, el 25 de febrero, cuando los insurgentes se disponían a huir a Estados Unidos, para comprar armamento y seguir la lucha. Justamente por aquellos días, Allende recibió comunicación de Ignacio Elizondo, antiguo realista ahora militante en las fuerzas revolucionarias, pero no era más que un espía del gobierno virreinal. Elizondo invitó a los caudillos de la insurrección a detenerse en su zona de influencia, conocida como las Norias de Acatita de Baján, situado en la frontera de Coahuila y Texas, entonces parte del virreinato novohispano.


Después de la aprehensión, se pusieron bajo el mando de Nemesio Salcedo, quien fue jefe de Chihuahua, el cual formó las causas contra los insurgentes, por lo que los envió a Chihuahua. La llegada de Hidalgo a Chihuahua fue el 25 de abril de 1811. Nemesio Salcedo comisionó una Junta militar compuesta por Juan José Ruiz de Bustamante para las sumarias y a Ángel Abella, administrador de correos para las causas e interrogatorio que comenzaron el 7 de mayo.15
En la primera declaración, el Cura Hidalgo prometió decir verdad en lo que supiere y fuera preguntado, de acuerdo con la declaración original del Padre Hidalgo ante sus jueces; además alegaba que hasta esa fecha no sabía la causa de su prisión.17
Hidalgo declaró haber sido capitán general de la causa Insurgente y que era el que tenía el mando político supremo del movimiento, hasta el momento en que se le obligó a entregar el mando a Allende, después de la derrota del Puente de Calderón.17 De acuerdo con la Declaración del Padre Hidalgo ante los jueces, confesó: haber levantado al ejército; haber fabricado moneda en Zacatecas; haber construido cañones y armas, fabricado municiones, y depuesto autoridades, europeas o criollas, que no seguían su partido.


Muerte
Antes de que llegase el momento de ser ejecutado, Hidalgo se confesó con el cura Juan José Baca y comulgó, por lo que quedó libre de toda excomunión.19 Al amanecer del 30 de julio de 1811, cuando llegó la hora del fusilamiento (que tendría lugar en el patio del antiguo Colegio de los Jesuitas en Chihuahua, entonces habilitado como cuartel y cárcel y que en la actualidad es el Palacio de Gobierno de Chihuahua), pidió que no le vendaran los ojos ni le dispararan por la espalda (como era la usanza al fusilar a los traidores). Pidió que le dispararan a su mano derecha, que puso sobre el corazón. Hubo necesidad de dos descargas de fusilería y dos tiros de gracia disparados a quemarropa contra su corazón para acabar con su vida, tras lo cual un comandante tarahumara, de apellido Salcedo, le cortó la cabeza de un solo tajo con un machete, para recibir una bonificación de veinte pesos. Posteriormente, su cuerpo fue enterrado en la capilla de San Antonio del templo de San Francisco de Asís, en la misma ciudad de Chihuahua, y su cabeza fue enviada a Guanajuato y colocada en la Alhóndiga de Granaditas, en cada esquina y dentro de una jaula de hierro, junto a las de Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, en donde permaneció por diez años.
Honores

En 1821 su cuerpo fue exhumado en Chihuahua y, junto con su cabeza, se le enterró en el Altar de los Reyes, de la catedral Metropolitana de la Ciudad de México. Finalmente, desde 1925 reposa en el Ángel de la Independencia, en la capital. En 1869 fue erigido en su honor el Estado de Hidalgo siendo su capital Pachuca.

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